Ayer estuvimos paseando con las chicas por Brooklyn. Tenemos tantas cosas para hacer que no tenemos tiempo...Giny, la amiga de Grace nos recomendó un lugar de comida brasilera para almorzar, se llama "Miss Favela" y queda justo abajo del puente de Williamsburg-Manhattan. Así que fuimos al mediodía. También estaban Juan, el hermano de Grace y un amigo suyo español, Paco.
El lugar es chiquito y colorido, queda en una esquina y tiene como una mini terraza con vista al puente. Cuando llegué, estaban los cuatro apretujados en la terraza esperando una mesa. De afuera no parece un lugar muy habitado pero cuando entras te econtrás con la misma cantidad de gente que puede haber en una cancha...Estaba lleno y aparte había un partido así que estaban todos contra la barra mirando la pantalla. El resto estaba sentando en las mesas y después estábamos todos los que esperábamos una mesa afuera en la mini terraza. Esperamos 1 hora literalmente hasta ser sentados.
Es de esos típicos lugares que apenas llegas decís "que divino, que lindo todo". A la media hora "que lindo todo pero estaría bueno sentarse" y a la hora ya "esto es una mierda sino nos sentamos nos vamos ya".
Así que después de una hora nos sentamos. Apenas nos sentamos el zamba empezó a incrementar en volumen y la gente que esperaba afuera o adentro ser sentada tomando caipirinhas bailaban. Adentro donde estaban las mesas no había espacio libre, estábamos los que comíamos, la moza, la gente del partido y en los baches había gente bailando. La música era divertida por decirlo de alguna manera y mientras esperábamos la comida era divertido ver a todos los personajes bailando, nosotros mismos de repente teníamos impulsos de bailar zamba. A medida que fue trayendo la comida el lugar se iba llenando cada vez más de gente, la moza ya no tenía lugar para interactuar con las mesas y arriba de los platos teníamos culos que se bamboleaban al ritmo de la zamba. La música estaba tan fuerte que uno no sabía si comer o ponerse a hacer un trencito con todos los bailarines alrededor. Todos comíamos y nos movíamos, Juan golpeaba un cucharón de metal contra su plato, Grace se paraba de repente y bailaba zamba en el lugar por dos segundos y después se sentaba de vuelta, Luli sonreía intentando simular que le gustaba, yo me movía al compás de la música y Paco nada. Estaba sentado sin moverse abrumado por todo. Definitivamente no le gusta la música brasilera.
Al rato de movernos y mirar a los que bailaban empezamos a estresarnos un poco, los bailarines más cercanos a nuestra mesa ya sudaban porque zambaban sin parar. Había una chica que bailaba increíble pero tenía la ropa empapada y por la cara le corrían gotas de sudor. Daba calor de sólo mirarla. Había un grupo de chicos a nuestro alrededor que se peleaban a los gritos porque unos no querían esperar más parados y los otros tomando caipirinhas querían quedarse. Mientras tanto la zamba se iba acelerando y nosotros nos ibamos moviendo más rápido al compás de la música.
Las parejas bailaban y se tocaban sin parar, estaban los brasilerons que bailan espectacular y el resto que es un gran grupo conformado por aquellos que intentan bailar zamba pero no saben y no pueden. Todo era movimiento, los que tenían gracia bailaban y los espásticos saltaban de arriba abajo cual cumpleaños de 5 cuando ponen música y los chiquitos saltan sin saber que está pasando. El lugar era una explosión de pasiones genuinas y reprimidas. New York no es una ciudad pasional pero en estos lugares "latinos" la gente que no está acostumbrada a nuestra cultura y al contacto humano se desborda de emociones que no pueden controlar.
La comida ya era difícil de tragar, entre el baile frenético, el movimiento, los gritos, en un momento me agarraron ganas de romper una copa y ponerme a bailar sobre la mesa. Juan seguía poseído moviéndose, Grace con espasmos de zamba, Luli intentando ver el partido y Paco mudo. Hasta que dijo con su acento español "porqué no nos vamos bailando con el ritmo de la zamba hasta la puerta uno por uno y una vez afuera empezamos a correr y no paramos más hasta estar lejos de este lugar??" Paco estaba sacado. Ya todos estábamos medio frenéticos y así que nos dimos cuenta que era el momento de irse.
Una vez afuera volvió la paz. Cuadra a cuadra recuperamos el ritmo normal, ya no nos moviamos eléctricamente y caímos en cansancio profundo. Salir de ese lugar fue como salir de una droga, estábamos como anestesiados. Mucho zamba por el día.
Quede histerica de solo leer este relato...odio a Brasil y les deseo lo peor en el mundial...
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